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Mirando a lo lejos: Kamikatsu

Mirando a lo lejos: Kamikatsu

Mirando a lo lejos: Kamikatsu

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Conocer experiencias de otros lugares nos permite reflexionar sobre lo que hacemos y buscar formas de hacerlo mejor.

En una remota isla de Japón existe un pueblo con este nombre. Allí, en 1995, se comprobó que la basura orgánica representaba un 30% del total de los residuos.

La ciudad decidió encarar el problema de una forma directa: brindó apoyo financiero para que cada familia pudiera comprar procesadoras domésticas de compost por unos 10.000 yenes (unos 80 euros al cambio actual). Estas procesadoras utilizan chips de madera de la zona para propagar los microbios que descomponen la basura orgánica; y el compost resultante puede utilizarse en jardines, huertos o campos de cultivo.

Esto tuvo una excelente acogida entre los vecinos, el 97% de los hogares adoptó esta propuesta, lo que permitió que casi la totalidad de los residuos orgánicos se procesara en los mismos hogares que los generaban.

En el año 2010, su planta incineradora de Kamikatsu no superó los controles de emisión de dioxinas. Las opciones eran construir una nueva planta incineradora o pagarle a algún pueblo vecino para que se encargue de incinerar los residuos. El Estado japonés les ofreció un subsidio para la construcción de dos nuevas plantas incineradoras, pero la ciudad decidió redoblar los esfuerzos del proyecto "Zero Waste", que consistía en lograr que la ciudad no genere residuos, evitando así la necesidad de incinerarlos.

Se buscaron proveedores de reciclaje que fabricarían productos con los materiales reciclados. Comenzaron con la recolección de 9 categorías, con el tiempo, ese listado de "compradores" de residuos ha ido aumentando, y hoy existen 45 categorías (5 para metales, 6 para plásticos, 9 para papel entre muchas otras). Esto genera ingresos que permiten alivianar los costes de procesar el resto de los materiales no reciclables.

Kamikatsu está situado en una zona montañosa, donde la recogida de basuras no puede realizarse con camiones, por lo que cada vecino se encarga de llevar sus residuos a la planta de separación, una vez allí se encarga de depositar pacientemente cada material en uno de los 45 contenedores.

El trabajo de separación es realizado íntegramente por los habitantes, aunque en la planta hay empleados para ayudar con la clasificación o para desmontar objetos compuestos por diferentes materiales.

Para disminuir el despilfarro de materiales también se puso en funcionamiento un "centro de intercambio", en el que cualquier persona pueda dejar objetos o aparatos que ya no usa, para que otros vecinos que los necesiten puedan llevárselos.

Todos los habitantes participan, y para colaborar con las personas mayores o con las que no tienen vehículo, hay una red de voluntarios que se encargan de recogerles los residuos para llevarlos a la planta y depositarlos donde corresponde.

Con el proyecto, este pueblo japonés de menos de 1.800 habitantes ha logrado reciclar un 90% de los residuos que genera. El modelo no es directamente replicable en ciudades con poblaciones mucho más numerosas. Pero sirve de ejemplo para comprobar que una población comprometida puede lograr un impacto decisivo en la gestión de los residuos de una ciudad.

Aquí, en nuestro país, utilizamos la "regla de las 3 erres" que representan los conceptos de "Reducir", "Reutilizar" y "Reciclar", 3 acciones que generan hábitos de consumo responsables. (Aunque existen otras versiones que sugieren 7 y hasta 9 erres)

En Japón, a la regla de las tres erres le han agregado una cuarta: la R de "Respetar", porque sólo desde el respeto se puede disminuir el daño que ocasionamos en el medioambiente.

En Rivas no hemos reducido tanto la producción de residuos, pero no vamos mal, creemos que junto a la ciudadanía podemos lograr una ciudad cada vez más sostenible, nos llevará tiempo, trabajo y responsabilidad, pero estamos aquí para hacerlo.

*Fotografías de Namazu Masataka.
C/ Mariano Fortuny, 2

28522 Rivas Vaciamadrid

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